El escándalo de los chats que trascendieron el último fin de semana no es más que la confirmación de lo que ya se sabe: que los medios de comunicación hegemónicos tienen intereses económicos y políticos que muy pocas veces se condicen con la supuesta misión de informar. Y que una buena parte del Poder Político y el Poder Judicial, forman parte de ese entramado.
Por otro lado, el escándalo de los chats es mucho más que grupo de chat y mucho más que un escándalo: es una radiografía cristalina de la forma en que opera el poder. Porque no se trata solamente de elaborar facturas truchas para encubrir el delito de la dádiva. Es mucho más que eso. Es garantizar de que una fiscal y una jueza federales cerrarán una causa en su contra con esa documentación apócrifa, es lograr que casi ningún medio se haga eco de la noticia hablando directamente con las gerencias, elegir qué periodista y en qué medio se instalará una versión exculpatoria de hechos muy evidentes, y planificar la venganza -institucional, pero también física- sobre el supuesto buchón de la noticia (que no es nada menos que el jefe de una de las cinco Fuerzas de Seguridad).
La sentencia contra la Vicepresidenta, dictada dos días después de la filtración que confirma lo que sabíamos, es una trágica pero perfecta sincronía: nos permite ver, casi al mismo tiempo, el resultado exitoso y el mecanismo. En esos diálogos de chats, jueces, fiscales, espías y empresarios de medios arreglan cómo fabricar pruebas, direccionar causas judiciales, y usar maniobras ilegales que esos mismos jueces deberían castigar en las causas que instruyen día tras día. Así lograron, casi sin pruebas, una condena de seis años de cárcel e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos para Cristina Kirchner.
Desde esta red de más de sesenta medios digitales, distribuidos a lo largo y ancho del país, sostenemos que la manera de cambiar esta realidad preocupante es diversificar las voces, empezando por democratizar la pauta, promover y garantizar la inversión en los medios cooperativos y avanzar hacia la regulación de las plataformas digitales. Y no, como se ha hecho en los últimos cuarenta años de democracia, seguir alimentando con recursos de todes a esos medios y esos empresarios que se creen titiriteros de nuestro destino.
Red de Medios Digitales
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