Fotografía de @frane.ph
Sí, el título está bien escrito. Abortar es un placer porque se corresponde con nuestro deseo. Un deseo que es ilegal, pero que está cada día más cerca de dejar de serlo. El 8 de agosto es la gran fecha resaltada con color fluorescente en la agenda de toda feminista: La media sanción conseguida en el ya histórico #13J puede ser total en la votación de senadores.
Pero volvamos al título. Abortar es un placer, no solo porque es la realización del deseo por la libertad de elección, sino también porque abre las puertas a un espectro que, de tanto vivir en la oscuridad pareciera haberse convertido en un monstruo: El disfrute sin censura ni ataduras.
"Esta marea verde viene a sacar de la clandestinidad al aborto y al mismo tiempo saca del closet al erotismo", escribía la compañera Marta Dillon. Y tenía razón. El acceso legal a la interrupción voluntaria del embarazo es el acceso al libre goce, al descubrimiento de nuestros cuerpos, de nuestras sexualidades. La libertad de elegir y la libertad de disfrutar van de la mano porque siempre nos dijeron que no teníamos elección, y que si no te gustaba lo que había, entonces jodete. El precio que había que pagar por salir de lo convencional, de la heteronorma, era la exclusión, la reclusión, la vergüenza y, hasta en ocasiones, el odio hacia la propia persona.
¿Por qué nos hicieron odiarnos tanto? Fácil: porque no les convenía que nos gustara lo que somos. En un mundo capitalista en el cual todo sujeto (más bien, objeto) vale en tanto es útil, el goce libre, desmedido y sin vergüenza venía a cuestionar un sistema en el que solo vale el placer si el que disfruta es el falo. Pero no cualquier falo. Acá solo puede gozar el pito blanco cis-heterosexual, porque el pito puto, trava o transexual no tiene cabida en este sistema de goces.
Tanto el pito anti-sistema como la concha no funcional (entiéndase por esto a la concha que disfruta y no solo reproduce) fueron genitalidades reprimidas, escondidas, obligadas al goce heteronormado o al goce clandestino. Clandestino como el aborto que se practican hoy en día miles de personas gestantes en las peores condiciones y con riesgo de vida en la mayoría de los casos.
Tal vez no se apruebe la ley el miércoles 8 de agosto. O tal vez sí. No lo sabremos por más que consultemos las cartas o intentemos ver la votación antes de tiempo a través de una bola de cristal. Pero lo que sí sabemos, lo que sí es seguro, es que ahora que estamos juntxs, ahora que sí nos ven, el patriarcado se va a caer porque lo vamos a tirar de una vez y para siempre. Porque ahora tenemos bien en claro lo que deseamos, lo que queremos, y no nos vamos a avergonzar de ello nunca más. Porque ahora entendimos, a su pesar y de una vez por todas, que ni nuestros cuerpos ni nuestros deseos son un crimen, por más que la sociedad se empeñe en decirnos lo contrario.